Cómo indicamos

 

Hace varios años que la comunicación está cambiando, en todas sus modalidades. Sobre este tema creo tener un cierto conocimiento y una fundada opinión ya que, entre otros menesteres, durante los últimos 23 años me he dedicado profesionalmente a la comunicación ambiental, a través de mi faceta de especialista en indicadores ambientales y territoriales.

Mi particular empeño en evaluar, analizar y difundir información sobre el medio ambiente, el bienestar y la equidad social, la salud o el equilibrio territorial, tuvo claro, desde el principio, que era necesario emplear un lenguaje cierto, veraz, perceptible e imaginativo a la hora de trasladar el mensaje que contenía los resultados. También, que los contextos y las personas, sus dinámicas y comportamientos, no son idénticos y estáticos, sino complejos, cambiantes y singulares.

Sin embargo, lo que parece tan de “sentido común”, cuesta y escasea. Por el contrario, aún domina cierta predilección por basar estos trabajos en metodologías clonadas, independientemente de la bondad de sus resultados. De esta forma, lo que debería ser comunicación (a mí me gusta llamarlo “indicación”) se trasforma en reproducciones de cifras y letras transmitidas en un lenguaje seudocientífico o tecnológico, algo trasnochado, y en evaluaciones de escasa solidez y elevada simpleza, que olvidan al público al que van dirigidas.

Afortunadamente, algunas instituciones públicas y privadas han sabido evolucionar con el tiempo y captar la atención, tanto de un público general como de un público experto. En ocasiones, en esta página me he hecho eco de la publicación de algunos de esos trabajos, periódicos o no, basados en indicadores ambientales y de desarrollo sostenible.

Entre los primeros estudios sobre indicadores sociales y ambientales que conocí, hace más de 25 años, se encontraban los elaborados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De sus metodologías, enfoques y modelos aprendimos profesionales e instituciones públicas y privadas, en todos los ámbitos territoriales. Pues bien, entre los frutos de su evolución innovadora cabe destacar el resultado de su “Índice para una vida mejor”, dado a conocer hace tres años y del que pueden consultarse los resultados de su tercera edición, a través de internet.

Según la propia fuente, este Índice nos permite comparar el bienestar en distintos países basándonos en once temas que la OCDE ha identificado como esenciales para evaluar las condiciones de vida materiales y la calidad de vida (vivienda, ingresos, seguridad en el empleo, calidad del medio ambiente, salud, satisfacción, etc.). El acceso a toda esta información está planteado como una herramienta interactiva que te permite ver cómo se comportan los países de acuerdo con la importancia que tú das a cada uno de los temas que hacen posible una vida mejor. Además, la presentación de los resultados ofrece una valoración de cómo difieren la vida de los hombres y las mujeres, es decir, las diferencias de género o cómo lo hacen atendiendo al estatus social.

Tanto la manera de presentar los temas y resultados, como la capacidad de interactuar sobre los mismos, el acceso a mayor información y el rigor técnico de los indicadores y datos estadísticos de base explican el alcance global de este sitio en internet que, desde su lanzamiento, ha contado con casi 2 millones de visitas en más de 180 países.

Acceder a los resultados del Índice para una vida mejor.