Urbanismo adaptativo para tiempos de crisis

 

Fuente: ateneonaider.com

 

The temporary city, escrito por Peter Bishop y Lesley Williams, es un recorrido muy bien organizado a través de las diferentes tipologías de proyectos de naturaleza temporal en la ciudad, sea cual sea las nombres que tomen (temporary, transitional, interim, pop-up o meanwhile).

Aunque el libro es, básicamente, una revisión de experiencias británicas, el marco analítico es perfectamente válido para otros contextos en los que el urbanismo dispone de herramientas de formalización y solidificación de usos. Y, aunque no pretende una utilidad como guía práctica, es una de las aproximaciones más completas que he encontrado sobre esta cuestión que está teniendo tanta atención últimamente. Tanto que hay quienes ya se apresuran a rechazar tanta atención.

En cualquier caso, el texto plantea con claridad las razones de la efervescencia de este tipo de proyectos urbanos y las vías por las que se van colando como instrumentos relevantes para la gestión urbana. De hecho, la idea de adaptive cities con la que estoy trabajando últimamente en el blog coincide bastante con el planteamiento de este libro en el sentido de que los autores dan un valor principal al contexto de crisis económica como argumento principal para sostener la idoneidad del enfoque temporal y adaptativo para favorecer estrategias de intervención ante la crisis.

El recorrido en Ciudades Escala Humana ha pasado por diferentes fases en relación al análisis de la crisis económica, partiendo desde aquellas series sobre los fondos locales para el empleo del Plan E (¡qué lejos queda!) y pasando por el seguimiento al despilfarro de infraestructuras hasta llegar a una fase más propositiva y de identificación de experiencias desde la idea de urbanismo adaptativo. De alguna forma, este libro cubre el ansia de querer sistematizar tipologías y contextos en los que surgen estas intervenciones ya que el texto cubre esto de forma muy amplia, así que casi me quito en encima la tentación de escribir un libro. Llego a este urbanismo temporal buscando respuestas a la crisis, proyectos alternativos a la dinámica de grandes intervenciones urbanísticas y masterplan que han sido regla general en las estrategias de desarrollo y regeneración urbana y que no van a tener mucha salida en los próximos años ante la crisis del sector inmobiliario y la tormenta perfecta que afecta a las arcas municipales. Y, sin embargo, las ciudades siguen en movimiento. Por esto es bueno acercar estos proyectos -que no son nada nuevo pero sí son grandes desconocidos- con un lenguaje accesible a quienes hasta ahora no se interesaban por este tipo de intervenciones urbanas.

Al mismo tiempo, el libro trata de no desprestigiar estos proyectos asignándoles una función secundaria desde la lógica del mientras tanto, como si fueran tan sólo una second-best option, porque tienen un valor por sí mismos. Pero, tácticamente, este es el mejor momento para ampliar el horizonte del urbanismo formal y los proyectos urbanos top-down. Son 68 los casos descritos en el libro y en conjunto dan muchas claves sobre qué alternativas de acciones existen para reactivar espacios abandonados, locales cerrados, masterplans detenidos, etc. Creo que también está bien resulta la lógica de su propuesta ya que definen con claridad en qué ámbitos la temporalidad e informalidad se expresa en otros contextos donde el urbanismo no funciona como estamos acostumbrados en los países más desarrollados.
 
Siendo como es la crisis económica uno de los motores que pueden estar extendiendo este tipo de prácticas, no son los problemas financieros las únicas razones. Fenómenos como los de las shrinking cities (Detroit, Flint,..) nos han hecho preguntarnos qué hacer con tantas extensiones urbanas literalmente abandonadas. Las grandes industrias en declive en las economías más avanzadas han generado en las dos últimas décadas grandes solares industriales en los que a veces se han probado nuevas fórmulas de regeneración más allá del proyecto uniforme. Las calles de nuestras ciudades han visto cómo se cerraban locales comerciales y ha habido que hacerse la pregunta de qué hacer con tantos recursos. Pero no es sólo esto.

El cambio en los patrones de la organización del trabajo está creando nuevas formas de ocupación del espacio público y de diversificación de los espacios de oficinas, mientras que el avance en la sociedad conectada está intensificando la organización de nuevas actividades en el espacio público (festivales, happenings, instalaciones o flashmobs, por ejemplo) utilizando las tecnologías digitales como favorecedores. De la misma forma, el activismo y las contraculturas siguen luchando por encontrar en la ciudad las respuestas que el urbanismo formal y el mercado inmobiliario no ofrecen.

Son muchos los proyectos casi emblemáticos que circulan por las redes y van ganando atención, hasta el punto de convertirse algunos en iconos. Algunos de ellos aparecen en el libro y son significativos precisamente aquellos en los que los propietarios privados entienden estos proyectos como alternativas viables. No son las barreras legales, financieras o urbanísticas la gran dificultad. La traba es el conservadurismo a la hora de afrontar los problemas urbanos cambiando la lógica. Es la falta de visión de que se pueden atajar desde otra perspectiva. Son proyectos que ponen en crisis y afloran las contradicciones entre el procedimiento regulatorio y formalista del urbanismo y el enorme dinamismo de las necesidades sociales y la ciudadanía. Esas contradicciones seguirán existiendo, siempre. La cuestión es si el marco regulatorio necesitará aprender a incorporar lógicas de corto plazo frente a la mentalidad de largo plazo del masterplan, lógicas transitorias frente al rigorismo de la urbanización. Sólo así podrá darse salida, caso a caso, a los pasivos que llenan las ciudades y que tienen que activarse cuanto antes.

Esta dinámica para favorecer usos espontáneos, temporales, accidentales o informales en los intersticios de la regulación formalista y planificadora puede alcanzar a todas las funciones de la ciudad. Encajan aquí los espacios temporales de consumo en forma de pop-up restaurantes o tiendas, que activan espacios abiertos o cerrados para dar vida a lugares o calles en declive o abandonados, pero también las intervenciones capaces de ampliar la gama de "escenarios" urbanos como espacios públicos, como espacios marginales de uso residual ganados como atractores de atención en tejados, infraestructuras subutilizadas, solares abandonados o espacios entre edificios. Son usos que en la investigación Post-it City ya fueron bien explicados y definidos también como formas de resistencia ante la normalización de los comportamientos púiblicos en el espacio urbano al renovar el carácter urbano de estos espacios en términos de acceso, libertad, densidad e interacción, enfatizando el valor de uso frente al valor de intercambio. Son espacios donde pueden volver a surgir o se amplían usos deportivos, como espacios de juego infantil, como cines o espacios de exhibición artística o, sobre todo, como espacios de protesta y manifestación.

Son intervenciones que ensanchan las posibilidades de expresión del compromiso social y en sí mismos, experimentos de innovación social llevada a la calle al ampliar nuevas formas de participación y organización ciudadana a través de herramientas y contextos de diálogo y confrontación.

Como en anteriores posts, estoy convencido de que es la época adecuada para mirar con ojos bien abiertos este tipo de proyectos. Como el libro destaca, no se trata únicamente de proyectos a la contra, que también, sino que existen también iniciativas institucionales en forma de complejos desarrollos de regeneración o de urbanización que pueden beneficiarse de modelos de intervención más transitorios y flexibles. En tiempos de grandes dudas y casi parálisis, la inacción puede ser el peor de los errores. Pero las grandes intervenciones, con ejecuciones de largo plazo, pueden acoger en ese mientras tanto iniciativas que les den un carácter más flexible y que les permita adecuarse a los cambios sociales, financieros o técnicos que sufren muchos proyectos urbanos a lo largo del tiempo. Una forma táctica de negociar e intervenir en la ciudad que incluya la variable de tiempo y las necesidades reales de las personas, un urbanismo del día a día que sea permeable al dinamismo de las ciudades.